La educación es el arte de ayudar a crecer, de acompañar el desarrollo integral de cada persona.
P. Marcelino Champagnat
Pedagogía desde y para la solidaridad
Ello inspira un estilo pedagógico marcado por la preferencia al más débil, por la delicadeza, por la entrega generosa, por la no discriminación, por el saber disimular las dificultades ajenas.
Estamos llamados a caracterizarnos por una particular sensibilidad frente a las situaciones de pobreza, límites e injusticias que surgen dentro de la comunidad y en el entorno social.
Atender a los alumnos con mayor dificultad es crear estructuras de apoyo, grupos de recuperación, acompañar pacientemente a quien va con retraso y ofrecerle estímulos.
Pedagogía integral
Que favorece el crecimiento total del alumno; es decir, no sólo se interesa por el aprendizaje, la adquisición de datos, las destrezas y los hábitos, sino que atiende a la persona global.
Nuestros primeros Hermanos ya hacían referencia a “Educar todo el niño”. Hoy este principio sigue orientando nuestro servicio educativo evangelizador. Intentamos una educación personal que acompañe a cada uno según sus necesidades y que favorezca el ambiente humano para la maduración individual.
Pedagogía Participativa
Utilizamos una pedagogía en la que el educando, que es artífice de su propio crecimiento, se asume como protagonista, implicándose activamente en el proceso educativo personal y grupal.
Pedagogía del testimonio
Al lado de los jóvenes y a través de nuestra vida, como educadores cristianos, en la escuela o fuera de ella, damos testimonio de la necesidad de lograr la armonía entre fe, cultura y vida, entre el compromiso como cristianos como ciudadanos.
Pedagogía en y para la vida
Entendemos que la vida misma es fuente de formación. En efecto, desde la vida, el niño y más adelante el hombre, tendrá que seguir formándose. Por ello, más que la transmisión de saberes nos preocupa que el educando aprenda a aprender desde la vida.
Pedagogía Marista
Sencillez
La sencillez en la pedagogía marista se trata de actuar con humildad, transparencia y autenticidad en todo momento. Esto implica que los educadores y estudiantes adopten una actitud genuina y abierta, sin pretensiones ni complicaciones innecesarias. Un ejemplo de sencillez puede ser un maestro que prefiere utilizar ejemplos prácticos y un lenguaje accesible en sus enseñanzas, lo cual facilita la comprensión de los conceptos por parte de los estudiantes.
En la práctica, la sencillez también se refleja en la manera en que se presentan y abordan los contenidos educativos, priorizando la claridad sobre la complejidad innecesaria. Al centrarse en lo esencial, los educadores pueden ayudar a los estudiantes a enfocarse en lo más importante y a no perderse en detalles superfluos. Además, la sencillez fomenta un ambiente de aprendizaje más inclusivo, en el que todos los estudiantes, independientemente de sus antecedentes o habilidades, pueden participar plenamente.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que buscar la sencillez no debe significar simplificar excesivamente los temas. Es necesario encontrar un equilibrio que permita abordar los conceptos de manera comprensible, pero sin restarles profundidad. De lo contrario, podríamos correr el riesgo de no ofrecer una educación rica y completa, lo cual podría limitar el desarrollo intelectual y crítico de los estudiantes.
Espíritu de familia
El espíritu de familia en la pedagogía marista promueve un ambiente de comunidad, solidaridad y apoyo mutuo, donde todos se sientan valorados y cuidados. Este pilar se manifiesta en la creación de un entorno escolar en el que los estudiantes, maestros y demás miembros de la comunidad educativa se relacionan como si fueran una familia, fomentando la cooperación y el respeto mutuo. Esto puede lograrse a través de actividades grupales y proyectos colaborativos que fortalezcan los lazos entre los participantes.
Crear un espíritu de familia en la escuela implica también promover una comunicación abierta y honesta, donde los problemas se aborden de manera constructiva y se busquen soluciones conjuntas. Esto fomenta un sentido de pertenencia y seguridad en los estudiantes, quienes se sienten más motivados y comprometidos con su aprendizaje. Además, este ambiente de apoyo mutuo contribuye al desarrollo emocional y social de los estudiantes, ayudándolos a enfrentar desafíos y a crecer como personas.
No obstante, mantener este espíritu requiere un esfuerzo continuo por parte de todos los miembros de la comunidad educativa. Es esencial gestionar adecuadamente los conflictos y trabajar para que las relaciones sean genuinas y no meramente superficiales. Si no se cuida este aspecto, el espíritu de familia podría perderse y convertirse en una mera formalidad, sin el impacto positivo deseado en el bienestar y el desarrollo de los estudiantes.
Amor al trabajo
El amor al trabajo es un pilar fundamental en la pedagogía marista, que valora la pasión, la dedicación y el esfuerzo en todas las actividades educativas y laborales. Fomentar este amor significa ayudar a los estudiantes a encontrar satisfacción y propósito en sus estudios y tareas diarias. Un estudiante que dedica tiempo extra a sus tareas porque disfruta del aprendizaje y ve el valor en el esfuerzo ejemplifica este pilar.
En un entorno escolar, promover el amor al trabajo implica reconocer y celebrar los logros y esfuerzos de los estudiantes, motivándolos a seguir esforzándose y superándose. También significa enseñarles a enfrentar los desafíos con una actitud positiva y resiliente, entendiendo que el esfuerzo y la dedicación son fundamentales para alcanzar el éxito. Los educadores pueden apoyar este desarrollo al proporcionar un ambiente de aprendizaje estimulante y enriquecedor, donde los estudiantes sientan que sus esfuerzos son valorados.
Sin embargo, es importante equilibrar el amor al trabajo con el bienestar general de los estudiantes. Un enfoque excesivo en el trabajo y el esfuerzo puede llevar al agotamiento y al estrés si no se acompaña de momentos de descanso y actividades recreativas. Es fundamental fomentar un equilibrio saludable que permita a los estudiantes disfrutar de su trabajo sin sacrificar su bienestar emocional y físico.
Pedagogía de la presencia
La pedagogía de la presencia se basa en la idea de estar presente y disponible para los estudiantes, mostrando un interés genuino por sus vidas y su desarrollo. Esto significa que los educadores deben estar atentos y ser accesibles, creando un ambiente en el que los estudiantes se sientan valorados y apoyados. Un maestro que dedica tiempo a conocer a cada estudiante y sus necesidades individuales, ofreciendo apoyo personalizado, refleja este pilar.
La presencia activa de los educadores en la vida de los estudiantes no solo implica estar físicamente presentes, sino también emocional y mentalmente. Escuchar atentamente, brindar orientación y apoyo, y estar disponibles para discutir cualquier problema o inquietud, son aspectos fundamentales de esta pedagogía. Al hacerlo, los educadores construyen relaciones de confianza y respeto, lo que facilita un ambiente de aprendizaje positivo y productivo.
Sin embargo, este enfoque requiere un gran compromiso y tiempo por parte de los educadores, lo cual puede ser un desafío, especialmente en contextos con grandes cantidades de estudiantes. Es crucial que las instituciones educativas reconozcan esta necesidad y proporcionen los recursos y el apoyo necesarios para que los educadores puedan implementar efectivamente la pedagogía de la presencia sin comprometer su propio bienestar.
Devoción Mariana
La devoción mariana en la pedagogía marista se refiere al amor y veneración a la Virgen María, integrándola en la vida escolar y espiritual. Esta devoción se manifiesta a través de celebraciones, oraciones y actividades que promueven los valores y enseñanzas de María como modelo de vida. En las escuelas maristas, es común encontrar actos de devoción como rezos del rosario, celebraciones marianas y la presencia de imágenes de la Virgen.
Incorporar la devoción mariana en la educación tiene como objetivo inspirar en los estudiantes valores como la humildad, la fe, la compasión y el servicio. Al promover la figura de María, se busca que los estudiantes encuentren en ella un ejemplo a seguir en su vida cotidiana. Esta devoción también puede fortalecer el sentido de identidad y pertenencia dentro de la comunidad educativa, uniendo a estudiantes y docentes en torno a una figura espiritual común.
No obstante, es importante considerar que este enfoque puede resultar excluyente para estudiantes que no comparten la misma fe o devoción. Para asegurar un ambiente inclusivo, es fundamental abordar esta devoción con sensibilidad y respeto hacia la diversidad religiosa y cultural de los estudiantes. De este modo, se puede integrar la devoción mariana de manera que enriquezca la vida espiritual de la comunidad sin excluir a quienes tienen creencias diferentes.