En el Colegio Marista, el último día de clases de los estudiantes de la promoción se convirtió en un momento lleno de emoción y nostalgia. Las risas y abrazos compartidos entre compañeros reflejaban los lazos inquebrantables creados a lo largo del año escolar. Entre miradas cómplices, los estudiantes se preparaban para un emocionante conteo de segundos antes de que el timbre marcase el final de su aventura académica.
El ambiente en las aulas estaba cargado de expectativa y alegría. Los corazones latían al unísono mientras los segundos se desvanecían. Cada instante parecía eterno, pero a la vez, efímero, como queriendo atrapar para siempre la esencia de esos momentos compartidos. Los recuerdos del año escolar se entrelazaban con los sueños por venir, creando una atmósfera única de despedida y esperanza.
Y, finalmente, llegó el momento ansiado: el sonido del timbre resonó en los pasillos del colegio marista. Los abrazos se multiplicaron, las lágrimas de felicidad brotaron y los aplausos llenaron el aire. Con la emoción a flor de piel, los estudiantes despidieron su año escolar, llevándose consigo valiosas lecciones y amistades que perdurarán en el tiempo.
Así culminó un ciclo de aprendizaje y crecimiento en el colegio marista. El conteo de segundos antes del sonar del timbre se convirtió en un emotivo testimonio de la conexión profunda entre los estudiantes y su comunidad educativa. Y aunque el año escolar llegó a su fin, los lazos maristas perdurarán en el corazón de cada estudiante, guiándolos en su camino hacia un futuro lleno de promesas y desafíos.
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